
Hace ya mucho tiempo, en la capital de un reino, se celebraban grandes festejos con motivo del natalicio del primogénito del Rey. Algunos días después, el ama del Príncipe con el pequeño niño en brazos se paseaba por los jardines del palacio, cuando tres hombres desconocidos se abalanzaron sobre ella, y le arrebataron el niñito. Cayó ella desmayada y huyeron los bandidos con el niño en brazos. Tres briosos caballos esperaban la llegada de estos tres hombres, que inmediatamente partieron al galope llevándose con ellos al Príncipe. No fue posible encontrar a los ladrones, y el rey y la reina, al conocer la dolorosa noticia estuvieron a punto de sucumbir. Lejos de la ciudad, en una cima casi inaccesible, había una humilde choza en la que vivía una viuda llamada Zoila, la cual tenía una hija de seis años llamada Rosalía, rubia como el oro, blanca como la nieve y buena como un ángel. Por todo patrimonio tenían una cabrita que les daba abundante leche. Una mañana, Rosalía estaba recogiendo leña y oyó confusamente algo así como el llanto de un niño pequeño. Corrió hacia el lugar de donde se oía el llanto y al lado de un pino, un pino enorme, encontró a un niño hermosísimo envuelto en ricos pañales. Rosalía lo tomó en sus brazos, lo acarició y como si el niño la comprendiera se calló en seguida." ¡Pobrecito! - decía Rosalía, tendrá frío." Rosalía se lo llevó a la choza y dijo a su madre loca de contenta: "¡Mira lo que he encontrado! Ahora yo también seré Mamita.
La pobre viuda acogió al niño contenta, pero tenía poca salud y no podía cuidarlo. Rosalía lo hacía todo: lo lavaba, lo peinaba, le daba leche y le hacía ropita, pues la que él traía era muy buena y quiso guardarla como recuerdo. Hacía tiempo que la pobre viuda estaba muy enferma y una noche, cuando menos lo esperaba Rosalía se murió su madre. Pasaron seis años, Rosalía ya tenía doce años y estaba hermosísima. El niño había cumplido seis. Siempre iba con ella y no se separaba nunca. Eran felices. Rosalía le había enseñado a hacer de todo, por eso, el niño nunca dejó de llamarla mamita. Una mañana, mientras Rosalía cogía leña, el niño se llevó por otro lado la cabrita. Al poco tiempo aparecieron dos magníficos jinetes y uno de ellos le dijo al niño: "Vete de aquí, porque podríamos hacerte daño" El niño empezó a gritar: "¡Mamita!" Rosalía llegó en seguida y los jinetes al verla, le preguntaron con cierta extrañez: ¿Eres tú la mamita? "Sí- contestó Rosalía-; yo soy la Mamita de este niño" Los dos jinetes no cesaron de reír y cuando llegaron otros caballeros, uno de ellos le dijo al más próximo: "De qué se ríe usted, duque" "Perdóneme Vuestra Majestad; pero me ha hecho mucha gracia este niño que ha llamado a su Mamita y en vez de venir, como yo suponía, una mujer, ha venido esta hermosísima niña que apenas tendrá doce años." El Rey, pues él era el que había interrogado al duque, se interesó mucho por la niña y le preguntó: "¿Dónde vives?" "Aquí en esta choza- contestó Rosalía". "¿Dónde están tus padres?". "Este niño tiene una Mamita que soy yo." El Rey le preguntó que por qué y ella le respondió que porque lo había encontrado. El Rey quiso ver con qué ropa lo había encontrado y cuando la vio se dio cuenta que era su hijo. Después de besarlo muchas veces, lo llevó al palacio con la Reina y claro con Mamita.
Alejandra Serrano
5ºA de E. Primaria
4 comentarios:
Me ha encantado esta historia, hasta me ha hecho sentirme bien.
:P
Es preciosa esta historia me gusta mucho.
esta muy bien la historia me ha encantado AHH se me olvidaba tienes bastante imaginacion.
esta historia es un poco larga pro s bonita
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