CELEBRAMOS HALLOWEEN

La Noche del Horror.
Era la sexta vez que celebrábamos Halloween en el colegio. Una noche muy especial en Inglaterra. Excepto para un niño llamado Víctor. Era muy miedoso y todo el mundo le asustaba. Víctor, esa noche, quería ser el que más asustara, entonces fue a una tienda de disfraces. El vendedor estaba hablando por teléfono, entonces Víctor aprovechó para entrar en una habitación a parte. En la habitación encontró un cetro en el que había una inscripción que ponía: Guete-comale-caracus. Víctor lo leyó, pero no pasó nada. El hombre de la tienda entró y, al encontrarse a Víctor, gritó:
- ¡Fuera, no toques ese cetro!
- ¿Por qué?, preguntó Víctor.
- ¡No lo toques!, repitió el hombre desesperado.
Víctor no le hizo caso y cogió el cetro, y como era bajito, pudo pasar por un lado. Corrió hacia la puerta y le tiró 30 de los 50 € que tenía. Cuando llegó a su casa volvió a pronunciar las extrañas palabras, una y otra vez. Pensando qué significarían. Y él, sin saberlo, se iba convirtiendo en un verdadero monstruo. Cuando llegó el día 31, no pasó nada por el día, pero todo ocurrió por la noche…
Víctor se estaba preparando con su cetro y unos guantes, junto con una máscara que había comprado a parte. Llegó Halloween y se reunió con su mejor amigo, Julius.
Julius iba disfrazado de momia, pero a Víctor no le dio mucho miedo. Víctor cogió el cetro y volvió a leer las extrañas palabras: Guete-comale-caracus. Entonces, de repente, su cara se llenó de cortes y de sangre.
- ¡Víctor, te estás desangrando por la cara!, dijo asustado Julius.
Esta vez no me voy a asustar, es más, prefiero hacer algo mejor. Le empezó a hacer lo mismo que él tenía en la cara con sus largas y afiladas uñas.
- ¿¡Qué he hecho!? dijo Víctor desesperado.
- ¡No me he podido controlar!
- Deben de haber sido esas palabras tan raras…
De repente, vinieron Tommy y Max, los matones de su clase:
- ¡Hola Víctor! ¿Cómo te va?, dijo Tomy,
- ¡Cuidado, tienes una tarántula en la espalda!, le dijo Max.
- Yo sí que os voy a poner tarántulas en la espalda.
Cogió diez tarántulas de una bolsa que tenía y se las puso en la espalda, cinco a cada uno. Una de ellas se le metió por el oído a Tomy, otra le salió por la boca a Max, se le metió una por el lacrimal del ojo y le salió otra por un lado de abajo que no quiero decir… Después se fue corriendo a la tienda donde compró ese cetro.
El hombre, por suerte, sí estaba, entonces le preguntó:
- ¿Qué le pasa a este cetro?
El hombre le respondió:
- No lo deberías haber cogido, aunque, si has leído las palabras y no te has convertido en psicópata sangriento, a lo mejor podemos hacer algo…
- ¿Algo…? ¡Yo sí que te voy a hacer algo!
Cogió un jarrón, pretendiendo tirárselo a la cabeza. Pero el hombre cogió el cetro y leyó las palabras al revés:
- Sucarac-elamoc-eteug.
Víctor empezó a cambiar de cara, de uñas y de actitud, soltó el jarrón y se fue corriendo a su casa.
- ¿Qué te ha pasado?, le preguntó su madre.
- No lo sé, no me acuerdo de nada.
Y así terminó la historia de “La Noche del Horror”.
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Víctor Payo 6º B